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lunes, 3 de octubre de 2011

La Red y yo (Matrix para un individuo)

     


  Estoy suspendido a una distancia desconocida del suelo, adherido a esta red, estoy atrapado. Esta tupida tela tiene alguna ponzoña en su adhesiva naturaleza, seguro. Porque a veces mis movimientos en ellas,mi contribución al poner a prueba su elasticidad y conectividad, me parecen algo ajeno a mi mente individual, superior, como si la magnificara a pesar de diluirla.  Tal vez toda conciencia desplegada en su acción no es más que una suerte de actos que apenas casualmente guardan relación con su emisor. Como si cada acto propio constituyera per se una traición a nuestra identidad.
     Es como un crisol indescifrable, poliédrico y vasto, donde todos podemos entrever nuestro rostro, pero también mil variantes de éste, me digo. Y así lo creo. Y en realidad es un engaño porque se trata de algo distinto. Es como ver nuestra individualidad en fuga, la red retrata nuestras opiniones como un cuadro de Bacon un rostro humano. Podemos reconocer al modelo, pero intuimos que también se ha desvelado el fondo de su alma. 
     Se trata de un lugar donde vamos desplegando por escrito nuestro fenotipo, mayor y más humano que una mera sucesión de ácidos nucléicos.
     La red también funciona como un perfecto polígrafo, sólo necesita tiempo para acabar dándonos ese balance, entre la miseria y lo más excelso, de lo que somos. Lo perverso o sublime de este polígrafo es que sólo trabaja para nosotros, nos hace inspectores de nuestra mente y sus productos. 

     En cierta manera, la red es ése Lacan perfecto, que ha logrado esas sesiones impredecibles, ahora un minuto que es un orgasmo doloroso o celestial, ahora unas horas sudorosas perdido en vericuetos que no alcanzamos a comprender/aprehender. Podría serlo, si no fuera por esa capacidad para fagocitarnos hasta el infinito, de dejarnos suspendidos hasta la siguiente página, el siguiente post que escribiremos o el próximo vídeo. La red se aproxima al concepto de Matriz, por ello, pero una matriz perversa sin rubias platino que se giran a mirarnos, sin Kun Fu ni Señores Smith fácilmente identificables. 
      Aquí cada Smith tiene su propio rostro, y el oscuro de su traje está bien oculto por una piel limpia y saludable. Mientras la red no nos suelta y uno tiene la sensación de irse dividiendo, como si la mente se inundara entre el marasmo y la vertiginosa corriente de blogs, opiniones y posibilidades hasta quedar transformada en un archipiélago de sesos donde aquello que los une está aún por conocerse. 
     Esa voracidad que nos anula no está en la red, naturalmente, sino que forma parte de nosotros. Siempre en equilibro entre la afirmación del yo y la disolución completa, sabiendo, en definitiva, que la victoria es para ésta última. Intelectualmente, la red, por este motivo, es un experimento individual con la muerte. Basta mirar una intervención en un blog, página, red social. Nuestro comentario permanece ahí suspendido entre docenas de comentarios que yacen detenidos en el tiempo sine die
      La red nos muestra así otra versión de los viejos cementerios (ahora que la incineración manda) donde cada voz que fuimos, por muy pequeña e insignificante que sea, nos retrata como una lápida perdida entre un millar de lápidas. Y es un cementerio más fiel que el real, es la exaltación abstracta del mismo: el epitafio; donde hay que suponer que yace todo nuestro yo encerrado en algo más que un cuerpo corrupto y acabado. No fuimos uno, pero la muerte física trata de desmentirlo. Ahora la red amplía los horizontes y nos hace entender, arrostra el hecho, que somos miles. Uno, ningun y, cien mil. Y permanece inmortal nuestra pluralidad sin nombre en mil comentarios, banales, soeces o tal vez una frase que al fin nos desvela leída desde el lado de la nada.


3 comentarios:

  1. En algo, y hasta en mucho, estoy de acuerdo, pero sobre todo en esa sugerencia de que la red está cada vez más llena de cadáveres. También en eso se parece a la tierra que nos acoge, y al universo (mayormente oscuro). Cuide al gato y déjese cuidar por él. Saludos

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  2. La red sacude nuestro sentido de la identidad, afirmándolo o las más de las veces, deshaciéndolo. En ese sentido comparto, incluso traté de reflejar, que la red va acogiendo en cierta forma esos cadáveres que fuimos.
    ¿Se refería a eso, o es más una crítica a la vacuidad existente?

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  3. La Red, como la Tierra y el Universo, a cuya imagen y semejanza la entendemos y concebimos, tiene vocación final de cementerio. Y acaso no pueda ser de otra manera. En cuanto a lo de la vacuidad y otras marcas visibles en la superficie, también, también.

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