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viernes, 4 de noviembre de 2011

MI ABUELO ERA DIOS

     Recién llegado de la piscina. Mi cuerpo dibuja un nuevo horizonte, pero nada me traen los días o me traen demasiado, y no sé cómo tragarlo: la sonrisa de mi hijo, inasequible al desaliento, su metralla de preguntas regadas por la realidad, como si tratara de sostenerla él solo, con su metro diez, David contra Goliat. Un beso de mi mujer que interrumpe mis cavilaciones, mis lecturas, mis silencios. Un beso cuando friego, cuando saco impresiones para el trabajo o relleno una aburrida base de datos. Un beso al acostarme o mientras miro la tele como podría mirar cualquier otra cosa; como podría no mirar nada y sería mejor. Mi mujer me besa y calla y por eso acaba siempre por llevar la razón. Me besa, mira, sigue, y ya está el campo minado, no sé qué hacer con todo eso, es demasiado para mí.
     Llueve en Cádiz y el viento exprime los edificios y los árboles con el frenesí de un ama de casa agobiada por la humedad y las goteras.
El niño que fui entonces
     En estas leo un “relato en verso” de David Torres, una historia sencilla (¿?) que resume muchas cosas. Y claro, no puedo ni pensar, todo se anega en mi memoria y me vienen a la cabeza un tropel de recuerdos. Mi abuelo, mi abuelo. Y comprendo que en el dolor y la separación tuve mucho, más que muchos, demasiado también. Tuve un abuelo que en cuerpo y alma consagraba los días de su vejez a un niño solitario a veces, fantasioso y ajeno al mundo otras, feliz, después de todo.


     Nunca se lo conté a nadie, porque me daba vergüenza, pero mi abuelo una vez me lo dijo (también lo haría mi abuela, haciéndolo enfadar por puros celos). Era un día cualquiera, que yo recuerde, y algo debió salir en la tele o más bien en la radio que tanto le gustaba escuchar. Entonces se quedo mirándome y yo, que andaría leyendo o preparando algún examen con él al lado, como siempre; levanté la cabeza y le oí decir: ¿Sabes, Paquito, yo sólo he estado enamorado dos veces en mi vida? ¿Lo que se dice enamorado?, dos veces. De tu abuela, hace más de cincuenta años, y de ti. Y las dos son como dice la radio: amor a primera vista. Yo entonces reaccioné mal, a ver. Tendría 15 años y comprenderán que esas homofilias no podía admitirlas. Ahora veo las cosas de otro modo.
     Leo el poema de David Torres y le contesto emocionado, tal vez inapropiadamente:
Es un buen "relato". Hay imágenes que resumen el "laberinto español" en unas líneas. No hacía falta enredar tanto, a ver si se lo digo a Brenan cuando me toque verlo.

Mis abuelos y yo visitando el zoo de Madrid.

     Mi abuelo fue divisionario, falangista, maquinista, detective, afinador de pianos, metalúrgico,  guarda, jardinero, sargento de ingenieros, políglota en alemán, ruso, marroquí, francés e inglés (más de 10 frases en cada idioma), putero, fugado. Antes de todo eso fue huérfano de padre y alistado en la legión con 16 años, y luego lo metieron en la cárcel por comunista. Yo lo conocí como mutilado de guerra, franquista, y una gran, grandísima persona. Me crió, y mimó, y alentó en todo. Se partió la cara con setenta años con más de un padre en el barrio marginal que creció alrededor de su "chalet" ilegal, construido con sus propias manos. Mi abuelo, para mí, hasta los diez años o más, fue dios. Luego mi abuelo murió, y dios, y Franco, a dios gracias.
P.D.: Esta historia de España, para muchos, está inscrita en primera persona. Hasta yo, nacido el 69, lo vivo así, porque me crié con mis abuelos. Así, de los documentales que he visto de la guerra, uno en especial me trajo la memoria de mi abuelo, que nunca hablaba de la guerra, muy poco. Le gustaba, eso sí, contar los detalles ajenos a la sangre: la nieve en Polonia, un tren cubierto por una avalancha en la invernal y reventada Europa de entonces, y los rusos, los rusos, los divertidos rusos con los que bebía y reía. Nunca pensé entonces lo extraño de eso, y de que nunca hablara de los alemanes. Pero este documental me reveló el carácter español, lo que pasó.
    
     Merece la pena verlo entero. Cuentan como algunos divisionarios se pasaban a la línea enemiga para tomar un vino, y cosas para no creerlas. La anécdota de las putas polacas y judias es divertida y siniestra a la vez, como aquella terrible época. Desde entonces me di cuenta que mi abuelo formaba parte de esa historia, de nuestra historia, como Berlanga, Ciges, y muchos otros.