ENGLISH

sábado, 23 de marzo de 2013

Cuando la soledad era otra cosa

     Vivir momentos de cambios es enfrentarse a como asir lo que hemos sido. A cómo asirlo, sí, o a cómo dejarlo ir.
      Nunca fueron escritos para eso, mis diarios, pero ahí están. Miro al pasado y lo que leo está lleno de presente y desconocimiento. Estoy versionando a cada rato, como todos, lo que fui. El pasado escrito, una primera revisión, una instantánea verbal, me da el guantazo que me permite ver cuánto me he alejado de aquella experiencia.

     Y todas son reales y todas soy yo.

"Siento una dolorosa soledad, que con sus dientes afilados merodea a mis espaldas y se ríe de mi vida, de todas las vidas en realidad. Nunca imaginé que leería de noche a Mailer y sentiría mientras que asiste impávido a todo Cernuda, de pie a mi espalda, cerca del monstruo de la soledad, comprendiendo mi dolor que subraya algunos versos suyos. Dónde estás tú, que siempre me habías dado calor. Cómo se llega hasta aquí. Cómo mueren las personas que amamos y siguen los fantasmas de sus cuerpos al lado para confundirnos. Todo se hace insufrible a veces, y me atiborro de realidad y rutina para anestesiar los días."

 22 de Febrero de 2007 a las cinco y media de la madrugrada.

viernes, 15 de marzo de 2013

PARA TI

     Iba a rescatar aquí algo que escribí allá por el 2001, cuando empezaba mi andadura por una suerte de diarios de asociación libre que entonces fueron más libres que nunca. Llamé a esos diarios BORNES, nombre de aquel escritor que inspiró a Freud la idea de la asociación libre. Escribe libremente, sin censura, sin sentido, sin frenos ni correcciones, escribe con el alma en vilo y perdiendo la conexión con las reglas del lenguaje. Casi se convierte en un buen síntoma de ese estado el cometer terribles faltas gramaticales y ortográficas, porque estás en otra cosa y es esa en la cosa que tienes que estar. Luego viene esa otra parte, luego corregirás.
   
     Pero me parece no diré una hipocresía, pues no es eso, sino una falta de lealtad y congruencia con lo que ha sido mi semana, no escribirte a ti. 

     Así que paro todo esto y te escribo a ti, sólo a ti, mis palabras son para ti.

     No es mucho el tiempo que llevo siendo consciente de todo lo que puedes enseñarme, de cuánto puedo aprender de la vida de tu mano. No es mucho no. Ha sido una bendición, un encuentro con lo más profundo comprenderlo y admitirlo. Qué desahogo saber que no soy yo el único que tengo cosas que enseñar, qué alivio y pavor asumir que lo verdaderamente importante está danzando entre nosotros, y no es lo que yo pueda darte a ti.
     En cierta forma, por otro lado, me sobrecoge y me maravilla que puedas ser al mismo tiempo tan frágil y tan fuerte. ¿Cómo es posible? La respuesta era muy sencilla: eres como todos, como los adultos son, pero sin camuflajes, sin máscaras, desnudo y huesudo, un aunténtico caparazón de pollo. Puro nervios, alegría y brillo en los ojos. Y cuando vives y eres tú y se caen las pesadas retahilas que te obligan, arden los segundos hasta dejarme ciego, sin forma de medir esta manera de vivir, tratando torpemente de asirme al tiovivo que pusiste en marcha.
   
     Soy un ser dañado, y en la curva de mi pecho rebosa la pena. Sí, es así. Pero soy alegre también y tengo mucho dentro, soy vital y me gusta vivir. Uno sabe que algo no va del todo bien cuando se topa con esa verdad, que te gusta vivir, y pareces haber descubierto algo. No deberían de hacer falta ese tipo de encuentros, no es justo que haya que hacer ese juego de espejos de la consciencia para saborear la vida. Pero la vida, sabido es, no entiende de debes ni de justicia. La vida es...y por ello tú - que eres sin más - eres vida.

     Dicen que el hombre piensa diez veces cada hora en el sexo, que todos pensamos en la muerte cada día, y que sentimos de vez en cuando un extraño e indefinible deseo de morir o al menos, de parar un poco. Sentimos amor, odio, lealtad...sentimos de todo y de muy diferente forma. Lo que no había entendido, ni lo hubiera creído por asomo es esto, como te siento a ti, que vas anillado a cada segundo, tu aroma entra en mí de alguna forma con cada respiración.

      Tenías una semana y poco más; tenías hambre y te di un biberón de manzanilla para calmarte. Abriste los ojos mucho, eran oscuros y velados, como los de todos los niños recién nacidos, pero me miraste lleno de agradecimiento. Me miraste y lo sentí: estoy perdido. 
     Al poco de nacer tú empecé a cambiar muchas cosas: cambié mis rutinas - por supuesto, tú te encargaste de ello -, cambié mi forma de leer, mi forma de entender la literatura y la escritura (y eso en mí era cambiar mucho), mi forma de entender la política, de discutir, de querer a mi pareja, de mirar a mi familia. Como un aceite untuoso, aromático e imparable, tu presencia se fue extendiendo por todos los rincones y llegó a todas partes. Cuando llegaste a lo más profundo empapaste mi dolor, mi falta de amor, mi añoranza, el recuerdo de mis padres.
     No sé si le pasa a todos los padres, pero lo cierto es que a veces estoy muerto de miedo por tenerte conmigo, bajo mi responsabilidad.
     No sé si alguien ha vivido esto, da igual, pero he sentido, cuando peor estaba, que cuidabas de mí de la única forma en que puedes y es justo que cuides de mí: existiendo. Y entendí que he sido una persona sin norte que de pronto tiene una estrella que lo guía.



     Así que creía que era una cuestión de esfuerzo y denuedo por darte todo, por estirar tu brazo hasta la fruta del conocimiento y la verdad. Pero veo que es más simple, desnudo y sobrecogedor. Es más natural y cálido, más cercano. Ya sé lo que quieres, y lo que más envuelve mi corazón y lo arrulla es la mágica coincidencia.
     Últimamente duermes conmigo y cuando me acuesto y te abrazo musito entre las mantas: mi cachorro, mi cachorro. Puede parecer ridículo, inapropiado, pero el sentimiento es profundo.
     Así qué es esto, me he dicho un buen día, es esto todo lo que quieres de mí.Y sí, es eso, me lo habías dicho mil veces, pero no lo acababa de entender, algo perdido en mis miedos, mis obsesiones, mi preocupación por amarte.

     Todo lo que quieres, Diego, es que esté contigo.

     Qué grande, hijo, porque yo no quiero otra cosa.