ENGLISH

viernes, 26 de abril de 2013

LA VIDA: VELOCIDAD CRUCERO, ACELERONES Y RELÁMPAGOS.

     Hoy he salido y entre un buen puñado apretado y feliz de conversaciones ha salido un tema que me cautiva, que me atrapa: La vida y su velocidad.
 
Aquí se trata el tiempo que vivimos.

     Decía un contertulio que vivimos cada vez más deprisa y que eso nos aleja de la sabiduría, o sea de la vida, que viene a ser lo mismo.
     Todo depende de cómo lleve uno eso, cómo sostenga y lleve esa vida y los azares que trae, dijo alguien, la chica de pelo largo y ojos oscuros donde bullen algo inquietante.
     
     La vida se nos acelera, aprieta y ahoga, a ratos, y luego, las luces vivas de la experiencia se deforman, tal y como se curva el espacio según nos acercamos a la velocidad luz. Nuestra sangre se agolpa en las sienes, hacia atrás. Pero yo quiero la sangre en mi corazón, en mis pulmones, en mis mejillas en declive, en la mirada salvaje y viva, y en el paquete, cómo no.
Una metáfora de nuestra lucha con el tiempo

     Lo que yo siento, a flor de piel, en lo más hondo, como si conectara cada parte de mi cuerpo y les diera sintonía, es que nuestra relación con el tiempo, y muy especialmente con su velocidad, es el trasunto que define nuestra experiencia más íntima con la existencia. El tiempo, admitámoslo, es indefinible, inaprensible, y sin embargo, un reguero de gotas, esparcidas como perlas de gel, sobre un lienzo negro lleno de hilos y nudos, es lo que conforma nuestra vida.




     No hablaré en esta ocasión de la trampa del tiempo y la edad, y cómo igual que un diablo traicionero el transcurrir de nuestra vida se contrae y arde aceleradamente más y más según nos va quedando menos tiempo. Alguna deidad griega ha de estar jugando con nosotros, alejando el caramelo de la quietud y el éxtasis de nuestros labios constantemente. Pero no hablaré de ello, eso se lo dejo a esta canción, que lo clavó en su momento.

       Lo que yo siento, y es cuando mi alma pura se baña en la luz - igual que en esa conversación el sol besaba el mar en la punta de Europa, al final de la decadencia, en esa tierra donde nace Occidente, y donde él también queda orillado, hundido, tocado -; es que el tiempo se detiene cuando otro me alcanza con sus palabras y esas palabras resuenan en mí como un eco de algo que apela a mi más secreta esencia. Lo que hay que decir, es que somos animales sociales, y en el encuentro extraño y difícil, en los jardines y caminos de nuestro deambular, cuando estoy cerca de alguien, sea como sea, el tiempo, por un momento tenue y sutil, se detiene.
Anocheciendo en la Caleta (Cádiz) La luz parecía tirar de nosotros.

     Lo que yo sé, y no lo dije entonces, en aquella terraza, en aquel ocaso, es que si quieres saber cómo detener el tiempo busca un niño. Busca un niño, cógele la mano, óyelo, habita en su palpitar, entrégate por un segundo a su alegría, sin más allá. Vive. Los niños son síntesis, lo que significa que esconden todo aquello que el resto de nuestra vida tratamos de explicar.

     Recetas para parar el tiempo, pues: la complicidad entre extraños, la amistad repentina, la amabilidad, el dolor reconocido en el otro, la infancia (el más luminoso patio que hay en la vida). La lectura es una instantánea del tiempo, el mayor medio para digerir ese extraño y secreto misterio...

     El amor, como forma de entender el tiempo, a través de la enajenación, de la dulzura y complicidad como un fondo musical continuo, o en los dientes afilados de la noche, en el más puro canibalismo.

     Y el dolor. El golpe del mazo duro sobre el metal rutilante de nuestra vida, sin vibraciones, frío, helado. El dolor que detiene el tiempo como nada, haciendo que parezca que reventarán las costuras de la realidad y sometiéndonos al pasmo de ese impacto. El dolor es una batalla contra el tiempo donde somos vencedores y vencidos, todo en uno. Del dolor salimos tratando al tiempo de tú.

     Pero a sangre y acero, con todas nuestras visceras dispuestas a entregarse a ello, hemos de adherirnos al tiempo y sentir que es nuestro. Los hombres somos animales extrañados, es destino, ese medio camino heideggeriano, y hemos de conciliar nuestros instintos, nuestra condición y nuestra grandeza, con la flor nocturna del vivir.

martes, 23 de abril de 2013

UN LIBRO, UN SOLO LIBRO

     23 de abril, día del libro.

     2013, y no hace muchos años que los libros no son para mí lo que eran, no de la misma forma, no entrañan la misma condición ni poseen ese carácter velado, secreto. Perdieron su liturgia, su lugar, y carecen también de ese espacio que tenían en mi vida. Puede que sea porque durante muchos años fueron todo, tomaban para mí todas las formas, tenían la condición de una deidad total y suprema, su liturgia era mi encuentro con el mundo, la vida y su negativo. El espacio de mi vida, más que otra cosa, era el espacio de los libros.

La llegada de un hijo es el comienzo de un nuevo mundo. Tal vez por eso me viene a la cabeza esta imagen.


    Y ¿qué te pasó, macho? Me pasó la vida. Primero y decididamente, la mía propia. En el 2008 llegó un huracán, un cataclismo de nudos de luz y mil corrientes que como veneros se instalaron para siempre en mis venas. Llegó Diego, mi hijo. Arrasó las tierras para empezar el mundo y con él, sin saber al principio cómo ni por qué, cambió mi relación con los libros y con la escritura. Cambió mi relación con todo.


     Y luego está esto, luego está internet, los blogs, las páginas, Facebook, etc... De pronto, el verdadero libro infinito del que nos hablaba Borges (era una biblioteca, pero también un libro infinito, sí) se desplegaba incesantemente ante nosotros y nadie sabía (ni sabe) muy bien qué hacer con él. Desde que existe esto, y cuelga en la cabecera de nuestra existencia el cartel de San Google, nuestra relación con la información, el lenguaje, las imágenes y la música, han cambiado drásticamente. Creo que la mayoría aún no nos hemos enterado bien de cómo ni cuánto, y seguimos hablando de libros, pelis y canciones como si esto no estuviera como está. Pero lo hacemos aquí, y aquí se crea la madeja que nos mantiene en vilo horas y horas. Esas horas, están aquí ahora, y no en esos libros que devorábamos sin parar.


     Si tuviera que elegir, contemplando toda mi vida hasta donde puedo recordarla, ¿qué libro señalaría, cual elegiría como el que me ha influído más? De decir un título para mi epitafio, ¿qué título sería ese?

     No parece fácil, requiere un recorrido rápido. No se trata de elegir el mejor libro, el que considero el mejor, sino de nombrar ese libro que me caló los huesos, que me empañó la mirada, el libro donde guardé mi secreto, ese que voy susurrando al oído de todo el que quiere darme algo de calor.

     De mi primera infancia no sé qué decir, nada en principio de esa nebulosa, ese milagro donde todo está confundido, es uno, y al mismo tiempo posee el trallazo vigoroso de la clarida de la síntesis y la comunión de las realidades. Luego, llegaron dos libros que me ofrecieron dos versiones de mi mismo y dos maneras de entender el mundo, la vida, y mi disposición para con ello. Tom Sawyer vs La vuelta al mundo en 80 días. Lo primero que se manifestó con estos dos libros es que no supe dejar atrás, ni he sabido hacerlo con el paso de los años, esa obsesión infantil de los primeros años por empantanarse en un tema y vivir en él. Quiero decir, que siempre he sido animal de relecturas, de coger un libro y no hacerlo mío, sino hacerme yo de él, entregarme, dárselo todo, dejar que cambiara mi piel, mi sensibilidad y mi manera de mirar el mundo.
     Tom Sawyer me ofrecía un mundo de aventuras, vida a salto de mata, pura anarquía, sangre y sudor salado. Alegría, Tom me ofrecía un mundo de alegría y ganas de vivir. Por este libro tomé una decisión que me haría sufrir, que condicionaría mi infancia, y lo hice muy pronto, no tenía yo ni ocho años, en aras de la libertad, de mi libre albedrío. Dado el funesto resultado (aunque encontré aventura, vida, calles, noches de camaradería, fugas y mil invenciones); no era raro que acabara por refugiarme en su opuesto, La vuelta al mundo, una historia que me ofrecía la posibilidad de controlar al mundo, hacerme con él, y someterlo a través de la disciplina y la voluntad. Claro que nada de esto es real, y La vuelta al mundo es un gran error en ese sentido. No es un error mío, sino un error del XIX, sobre todo de sus finales, un error humano de fe en sí mismo que luego se vino a desmontar, o mejor, seamos claros, a despedazar.
     No creo que leyera yo estos libros menos de diez veces, antes de cumplir los diez años. Y luego, de pronto, con mi adolescencia, me encontré con algo que marcaría mis años siguientes: la ciencia ficción, y muy especialmente en mi caso Isaac Asimov. Creo que la vida, o lo que ella hace con nosotros, me lanzó a la ciencia ficción, que no es sino el últímo rincón del idealismo, al menos en mi caso lo fue. La ciencia ficción es eso, creer que el hombre puede construirse con su sabiduría y su tecnología sin estropearlo en aras del poder de unos pocos, sino en beneficio de todos; creer que el hombre dará lo mejor de si mismo para que todos seamos más. Hablo de esa ciencia ficción que conocí y busqué. Luego descubriría que la ciencia ficción engloba todas las parcelas del ser humano, y que incluso se centra más precisamente en la que caracteriza en mucho a este, es decir: su capacidad autodestructiva. Pero no fue lo que me atraía entonces. Ya lo escribí aquí, yo soy un maldito, pero la vida me apartó de ello por un excesivo y temprano dolor, confundiendo mi destino, tratando de encarrilarme por un buen camino que nunca ha sido, realmente, el mío.

TO BE CONTINUED ?

domingo, 14 de abril de 2013

PROMISED LAND (Epílogo)

     BEHIND BLUE EYES



      
     Nace el día, amanece (que no es poco). es el fin de la bestia de dos espaldas, el ocaso de los besos aunque los ríos que van a parar a la mar aún fluyen, sin embargo. Inevitablemente, todo es triste o azul, por un momento, aun cuando un sol amarillo le rasca a la arena infinita su primera corteza de nata y canela.   
     Se puede jugar con fuego, cierto, hasta que llegan las brasas, y ya no hay punto de retorno y has de quemarte o salir huyendo. Cuando llega el frío es hora de la última apuesta. Entre el eco de las risas, el parpadeo de mil fotogramas, libros viejos citados mal y ya perdidos en la memoria, tenía que surgir el paso por el que se salía de este valle, este oásis sin palmeras. Esta isla rodeada de muros y chalets de lujo tenía que desmoronarse cuando al final del tiempo apareciera una mirada en forma de interrogación.

     A partir de ahí, el tanteo del pánico, el desfiladero del amor, con esa caída a medio metro hasta un fondo conocido y cercano aún. Pain is coming.

 keep me in your heart for a while


     Lo cierto es que ha sido hermoso, muy hermoso. Vivo, lleno, grande. Lo cierto es que ha sido eso, y que no puede ser más. El paraíso tenía su fin, escrito a la entrada como un anuncio incómodo, y ahora se elevan de nuevo las voces que os llaman, los miedos que os acunan, el tiempo que os separa. That’s life.

       Los ojos azules cuando lloran parecen hielo derretido. Dentro, contienen un secreto y es común a todos nosotros, pero eso no los hace menos poderosos, menos subyugantes, no encogen menos el corazón por ello. La serpiente del dolor avanza, sin manzanas ni necesidad de palabras.

     Pero luego, amanece definitivamente y hay un reencuentro una vez más, y hay que agotar la mañana, y la tarde, sin salir de este cuadrilátero mullido testigo de estos días. Y a través de este pacto hay lugar para la dulzura, para la dulce amistad triste del adiós, para comprender y aceptar lo encontrado. Y se apuran los restos de estos cuerpos que parecían ya cansados, pero qué va.

  Me decía Zizek ayer que no queremos lo que creemos que queremos. Pero lo parece, coño, vaya si lo parece. Que no queremos, realmente, ser felices, alcanzar lo que deseamos, pues en el momento que lo somos desaparece el misterio, es ya otra cosa, y con él el deseo, motor de la vida.

   Yo no lo sé, no estoy seguro, ignoro si detrás de un deseo, cuando lo alcanzas, no hay otro encadenado, y así sucesivamente, como un abrir de puertas entre habitaciones que se suceden en un gran laberinto. Todas las personas, de alguna manera, somos matrioskas sin fin que esconden el premio gordo en el último juego.

     Lo cierto es que en el juego de las tres diferencias tú y yo hemos salido perdiendo, así tenía que ser. Pero en el del encuentro hemos ganado, mucho, todo, esto. Y ahora brotan risas y palabras más sinceras, dolidas y puras, ahora que es el fin, y de pronto, nos miramos cara a cara.


sábado, 13 de abril de 2013

PROMISED LAND III





    EL BOSQUE DE LA NOCHE

 


You said, nothing can go wrong
so long as we are together


         La última hora solitaria de la madrugada y, sin sueño, quiero enterrarme en la cama. No hay momento donde no pueda esconderse la soledad y, envuelto en ella, el dolor. El dolor, como un veneno impenitente, como el mercurio del pez espada y los atunes rojos, que jamás desaparece de nuestra sangre, que la va adensando como un chocolate casero que acaba por ser una lata de pintura plástica hirviendo por equivocación en nuestra cocina. La soledad de sentirse vivo, tan cercana y fronteriza a ese cuerpo que yace tan profundamente entregado al sueño a tu lado, en total abandono. Ese cuerpo que hace un momento que exhaló el último quejido de placer y luego, poco a poco, fue recomponiendo el gesto y recobrando el pulso y el aire hasta encontrar su dibujo perfecto en el colchón y adherirse a él.



      Tal vez es sólo una tradición, la vieja costumbre, incorregible. La voz de las horas oscuras, llena de silencio y eternidad, cuando el tiempo parece no caer y se respira mejor y más puro. ¿Ya sabes que es mentira no? Ya son las cinco y media pasadas y pronto la guillotina fría del amanecer cortará esta tira de eternidad y sólo te quedará la mullida profundidad del sueño para escapar. Pero hasta entonces, en todo caso, el mundo es tuyo.

            Ha sido un buen día, no hay muchos así. Un gran día. Para ser perfecto sólo te ha faltado la sonrisa de él, tal vez cinco minutos viéndolo jugar en la playa. Él resume lo mejor de ti con su existencia, y está contigo, siempre. Las horas de la noche, incluso, tan sagradas, no son ya nunca igual de negras desde que existe, desde que brotó de ti y se desgajó de su madre gritando hasta aparecer en este mundo de extravío. 
 
Anyway, el día ha sido grande, y necesitas todo esto, este alimento, esta vida salvaje, este falso paraíso y este respiro para beber en un regato del río. Acariciar una piel como si fuera arena una tarde de agosto. Incluso te aferras a vanas supersticiones que en el frenesí se vuelven dogmas. Como beber de la fuente de jade, para conseguir borrar toda tristeza de la mirada. Pero la tristeza de la que hablas es un peaje preciso, imborrable y tatuado, que se llama vida, años. No se desprende, no se rasca, no sale. Y está bien así, qué coño? Eso, y no muchas cosas más, eres tú.

Arrugas en el alma, o no has vivido.

Cosas sencillas, primarias: amar, beber, besar, comer, meter la cabeza en la bañera, morder un muslo blanco y dejar una marca en él, pasar páginas hasta encontrar ese poema y recitarlo, parar la peli en un instante y dilatarlo con interpretaciones y pasión, como si fuera una extensión más de lo que vienes haciendo con ella, pero esta vez sin tocarla, revolver el pelo amarillo hundiendo los dedos hasta sentirlo atrapado, colocar un pulgar en los labios o introducirlo en la boca, leer juntos en la cama, en las hamacas o tumbados en la arena, oler en tus dedos el mar que no has tocado, sentir el eco de un susurro mientras te dicen al oído palabras que no se pueden confesar, palabras que sólo tienen sentido en un momento y en ese momento fueron para siempre. Y reír, reír con su risa que espera tus palabras  y estalla sin poder evitarlo y reconoce tus guiños y tus giros.


Y pensar que ha sido intenso, intenso de veras, intenso como decía Percy Byshe Shelley de su vida, que era una vela que ardía por los dos cabos. Hasta soledad ha tenido el día, como un regalo para encontrarte y desde el fondo paladear y admirar lo vivido, mientras sientes algo frío. Soledad para sentarte ahora, casi las 6, y escribir esto. 




Al final recobrarás la cordura y te agazaparás sobre el hueco de ese cuerpo para en su calor caer rendido, dejar la tristeza a un lado, y también el bullir y los recuerdos y las ansias... Poco a poco un suave mecer te adentra en otro escenario, donde nunca sabes que vas a encontrar, pero seguro que es algo que tienes dentro, muy dentro. La película de nuestros sueños proyecta la luz de esa última vela que se esconde en nuestro corazón. Hacia esa luz voy-vas.

Mi relato me trajo a la memoria este gran libro, con el que nada tiene que ver. Un libro escrito en un idioma extranjero y desconocido, que todos podemos entender (Mi frase del día).

viernes, 12 de abril de 2013

PROMISED LAND II



NOCHES DE SOL  


(en las zonas septentrionales en ciertas épocas del año el sol no llega a ponerse nunca, y hay puestas de sol que se convierten de inmediato en amaneceres, exactamente lo mismo que en las noches de pasión)




Como en todas las cosas por estrenar la primera vez el sabor no existe, no está, o está, sí, pero aturden las papilas el trallido del corazón, igual que aturde a los tímpanos haciéndoles creer que esto es la selva, que estás perdido, y que en algún lugar retumban los tambores de tu tribu, de tu gente, de ese lugar que creías perdido. Al fin perteneces a algo.

            Luego los tambores van apagándose, descansas, tu corazón se acompasa y tus pupilas se abren. Caes en el primer sueño junto a esa piel y su calidez es la tuya, y compartes su humedad, donde es pegajosa eres pegajoso, donde es suave no puedes evitar reconfortarte tras la batalla, y donde el frío la encrespa pasas la mano para cuidar el terreno en barbecho. Y entiendes que el lugar al que perteneces es esa piel, esa confusión donde tus límites corporales no están claros, ese estar en que una postura es incómoda hasta el dolor, pero no quieres moverte para no alterar esa fusión. Y claro que tarde o temprano acabas por moverte, o si no se mueve ella y es como si un miembro fantasma sacudiera inesperadamente tu cuerpo.


            Y puede que en algún momento abra sus ojos en medio de la noche y los veas brillar, como Sirio, la estrella, brilla azul en la madrugada. Puede que tu mirada y la suya se crucen en el sueño entre la pálida luz, echados así, con las extremidades cruzadas en todos los sentidos como leños ardiendo sobre vuestros cuerpos. Y esa mirada es un vistazo instantáneo al último y más secreto aliento, ese con el que cada uno se acurruca en las noches llenas de silencio y frío. Y cuando pasa, no es raro que ambos cuerpos se entremezclen y giren, se crucen, liberen y vuelvan a cruzarse, buscando otra forma de encajar en el sueño así, unidos. A veces eso excita la piel, que está electrizada por la mirada honda y suplicante que surgió de entre los sueños. A veces excita y entonces empieza de nuevo la topografía corpórea, esa que consigue poco a poco sacarle las medidas al terreno. Y este responde, y todo es empezar otra vez, como si ambas pieles para poder descansar unidas tuvieran que sofocar incendios provocados que surgen aquí y allá cada cierto tiempo. Sólo que a cada paso la piel va adquiriendo un sabor más cierto y jugoso.

            Pero otras, los ojos se quedan clavados unos segundos y hay unos labios que se acercan y un ahondarse en el sueño a través de ellos. Caes en picado y una vez dentro todo es un nuevo juego de confusión, donde no puedes diferenciar ni saber dónde sueñas tú, dónde te sueña ella.


jueves, 11 de abril de 2013

PROMISED LAND I

LISTENING NOTHING ELSE MATTERS




           A veces hay que caer hasta el fondo del todo, sentir tu piel pegada y en íntimo y brutal contacto con el suelo, a veces no hay otra que caer y de pronto notar como si la última capa de realidad entre tú y tu vida se fundiese para envolverte, acogerte. Con frío, sí, con dolor y total rudeza. Hasta que no te ocurre no lo comprendes, no está dentro de ti, y cuando pasa, entonces lo sabes. No es que a veces tenga que ser esta la forma, sino que es la única.

            Pero mientras, la vida pasa, y tratas de mecerte con su dulce aliento. Es un aliento compuesto, difícil, un aliento de resaca, un aliento de besos, lengua y más besos, y finalmente un golpe seco de labios que se extrañan, como si dos pieles curtidas chocaran buscando amor, pero ya no hay nada que encontrar ahí. Y sin embargo, todo está a la vuelta de la esquina y ese tam tam de bocas tristes y sin lustre apela a la memoria y el amor, a la calidez de la piel que obedecía al otro como si fuera su amo. Al fin y al cabo, no eres capaz de reconocer tu piel hasta que la toca alguien que amas, y entonces, con esa huella extraña apelando a mil sensaciones, te conviertes y se muda el tiempo. Amar es un fluir y por un segundo, nos hace inmortales y supremos. Luego, todo es decepción, memoria o la ternura del recuerdo. Pero siempre, vale la pena. What else?